Capilla de San Vicente

En esta capilla, en un tiempo y en un mundo que ya no existen, mis primos y yo recibimos la Primera Comunión. Yo fui el último de todos, por ser también el más joven. Fue en 1996, en uno de aquellos interminables veranos de la infancia en los que de noche se podían ver todavía luciérnagas en el camino, al lado de la casa de Ovidio.

Mi tío recopiló la historia de la familia y escribió, consciente de pertenecer a la última generación que alumbró con el candil (algo así como el final de una raza), que Vilar era un mundo. Es verdad: cada piedra, cada árbol, cada casa, cuentan una historia. Cuando muera el último habitante de la aldea, cuando ya no quede nadie que haga que la campana toque a muerto, cuando todo lo sepulte el muro del tiempo, el silencio y la vegetación lo cubrirán todo. Ya no habrá más historias que contar.

Lugar con mucho encanto en un pueblo maravilloso.

Lugar precioso pero abandonado de la mano de Dios!