Paella va! Piles

Al abrir la paella, lo primero que me golpeó fue el aroma embriagador, un verdadero torbellino de esencias que me hizo recordar las feromonas de un Borgoña bien añejado. El perfume que emanaba del arroz era un deleite para los sentidos: notas terrosas de la Albufera, con un sutil toque salino que insinuaba la cercanía del mar, y un susurro lejano de fuego de leña, como el ahumado en una barrica de roble.

Visualmente, la paella se presentó con un color dorado profundo, que evocaba los mejores viñedos en otoño, bajo el sol valenciano. Cada grano de arroz brillaba como una joya en un cofre bien custodiado. Sin embargo, al primer bocado, percibí un matiz ligeramente pasado, un punto que recordaba a un tinto que ha perdido su juventud pero conserva cierta dignidad. No es un defecto grave, pero ciertamente un pequeño contratiempo en una obra de arte culinaria.

El conejo y el pollo, como las mejores variedades de Cabernet Sauvignon, mostraban una estructura firme y robusta, con una jugosidad que explota en la boca, liberando capas y capas de sabor. Me impresionó su delicado equilibrio entre la rusticidad y la ternura, que se apreciaba en cada fibra de la carne. La judía verde, por su parte, ofrecía un crujido fresco, como la acidez perfectamente controlada de un Riesling, mientras que el garrofón aportaba una cremosidad que se deslizaba por el paladar como un Chardonnay bien fermentado.

El pimiento rojo fue la verdadera estrella, el ‘Gran Reserva’ de esta paella. Su dulzura se integraba perfectamente, creando un contraste perfecto con el conjunto, igual que las notas de cereza en un Pinot Noir, elevando la experiencia gustativa a un nivel superior.

La entrega, un tanto tardía, podría compararse a una añada que ha necesitado más tiempo del esperado en la bodega, pero que, finalmente, llega con una madurez que se agradece.

La tardanza en la entrega la perdono, porque el repartidor era más majo que las pesetas y casi me pido otro plato solo por lo simpático.

Y cuando vinieron a recoger la paellera, me pregunté si estaban buscando pruebas de un crimen gastronómico. ¡No quedó ni una migaja! Fue como si los aliens hubieran aterrizado, se hubieran llevado todo el arroz en una operación encubierta, y dejado solo la paellera reluciente como trofeo. ¡Si hubiera habido un premio por limpieza extrema, seguro que me lo hubieran dado! 😂🚀🍲

En conclusión, esta paella es como un vino que merece ser disfrutado hasta la última gota, a pesar de algún pequeño desliz en su evolución.

Repetiré, porque en la cata del sabor, al igual que en la vida, uno siempre está dispuesto a otra copa cuando el vino es tan bueno.

Paella buenísima! A domicilio, con el arroz en su punto y un sabor increíble. Y un descubrimiento!!! El helado de calabaza con chocolate ¡chocolate fondant! 🤤
El repartidor muy educado y atento, incluso recogen la paellera después, un servicio completo. Muy recomendable.
Que pena que no hicimos foto del helado 😍

Excelente paellas y con el mejor sabor de safor